Desde hace unos años he podido notar como mis amigos poco a poco se han ido convirtiendo en fanáticos de los equipos de fútbol que cosechan triunfos en casi todos los campeonatos a los cuales se presentan, he podido ver como se alienta al Barcelona de Messi o al Real Madrid de Ronaldo con una pasión desenfrenada que ya ni siquiera me hace recordar de qué club nacional son hinchas y he estado buscando la razón esencial de este fenómeno, encontrando sólo un camino en cada paso que he dado y es el camino de la decepción de que nuestros clubes no ganen ni una rifa y solamente hagan gala de su juego en el mediocre fútbol peruano. 

El afán de querer parecerse a todos los personajes exitosos en cualquier ámbito de las ciencias o del arte, esa sed insaciable de poder sentir que nuestros pies tocan el podio, de poder levantar la orejona con nuestras manos, de romper la cinta del final de la carrera como Usain Bolt o de tocar con la punta de nuestros dedos el final de la piscina de Michael Phelps.

Todos esos deseos de querer ser el personaje que destapa la botella de champagne para celebrar no un año más sino un logro, un triunfo, una victoria, hace que hagamos todo lo que sea posible para formar parte del equipo que va a ganar, sí, aquel equipo al que todos dan por vencedor, queremos que todos nos miren con envidia y mirar a los demás como perdedores, estar del otro lado de la vereda y sentirnos por un momento ganadores.

¿Qué tiene que ver todo esto en los procesos electorales? Pues mucho, si bien todas las personas estamos en la búsqueda de un perfil que cumpla con los clásicos requisitos descritos por gran cantidad de la población, por especialistas, analistas y por todos los escritores, podemos decir que se necesita una persona con una sólida moral (sin rabo de paja), con estudios si bien no sobresalientes pero por lo menos que tenga los pergaminos técnicos (no plagiados) y con experiencia demostrada y si se puede exitosa en la gestión pública, sin embargo a la hora de la hora las personas deciden tomar el rumbo que les dibujan las encuestas, las mismas que te dicen que uno lleva tanto por ciento y otros tanto por ciento y tú no quieres formar parte de ese sector que lleva por nombre “otros”.

¿Hay alguien que quiera formar parte de ese “otros”? aquí viene a jugar un rol fundamental nuestra autoestima ¿Somos capaces de lanzarnos defendiendo la bandera desde el Moro de Arica? ¿Tenemos la suficiente fuerza para resistir al bullying de elegir a candidatos sin mucha cobertura? ¿Tiene el peruano de a pie la autodeterminación suficiente como para llegar hasta el final de esta carrera sin verse influenciado por las encuestas?

Preferimos calentar nuestra tibia autoestima con algo de triunfos ajenos, quizá así sea más fácil destapar la botella para festejar este diez de abril y sufrir la resaca durante los próximos cinco años mirando el mismo paisaje que se ha dibujado desde hace décadas con gobernantes que aseguran que estamos creciendo, que está “chorreando” el dinero, que hemos crecido tanto que nos damos el lujo de exonerar de impuestos (millones y millones) a las empresas que financian campañas en estos momentos y que camuflan off shore el dinero que acumulan tercerizando servicios y pagándole a los jóvenes profesionales 1500 soles después de haber estudiado 5 años una carrera universitaria y dos más una maestría, un crecimiento que se ve reflejado en la infraestructura de muchos colegios que se caen a pedazos, que se refleja en la anemia de los niños y niñas del país, si eso te parece justo habrá que pedirle la bendición a los apus para que por lo menos el sufrimiento nos coja confesados. En tus manos está el país.